jueves, 9 de diciembre de 2010

El sistema Stanislavski

Esta es la historia de los famosos asesinatos del teatro Capitol de la Gran Vía.

Toda la ciudad se encontraba expectante ante el estreno de una obra original de un autor novel, cuya peculiaridad consistía en que por orden expresa del dramaturgo, solo debía ser interpretada una única vez. La obra trataba sobre una serie de asesinatos que ocurrían en un pequeño pueblo de la sierra.

Pedro, que acababa de salir de la escuela de arte dramático, estaba pletórico porque había conseguido el  papel protagonista, mientras que su amigo Raimundo iba a resultar curiosamente una de sus víctimas. Entonces llegó la noche del estreno. La trama se origina cuando el asesino se siente rechazado por los demás habitantes del pueblo. A lo largo de la obra su conciencia le dice que todos ellos deben morir por haberse burlado de él. Así acababa el primer acto. En el segundo, comenzaban los asesinatos: la primera de las víctimas moría ahorcada en el granero y antes de acabar el acto, un pescador aparecía ahogado en la presa.  En el tercer acto, le tocaba el turno de morir al policía, personaje encarnado por Raimundo. 

En el descanso Raimundo, angustiado por ser su debut artístico, fue al camerino de su compañero que representaba a la víctima del granero, para que le deseara buena suerte ya que había llegado su turno de salir a escena. Tras llamar un par de veces a la puerta y al ver que nadie contestaba, se dio cuenta de que la puerta estaba abierta y decidió entrar. Cuando traspasó el umbral, no podía creer lo que estaba viendo: una figura que colgaba del techo se balanceaba en la oscuridad.  Asustado, corrió a buscar ayuda y al pasar junto a los baños, pudo ver lo que parecía una persona tumbada con la cabeza dentro del váter. En un principió pensó que se trataba de alguien a quien los nervios estaban jugando una mala pasada, sin embargo al observar la ausencia de movimiento del cuerpo, se acercó y pudo comprobar que se trataba de un cadáver.
Presa del pánico, oyó que le llamaban a escena y se imaginó el patio de butacas lleno a rebosar. Como arrastrado por una fuerza mayor consiguió salir a escena dispuesto a interpretar el papel de su vida en el que el joven policía del pueblo consigue desenmascarar al asesino aunque finalmente éste, al verse descubierto, le quita la vida.

De repente todo empezó a tomar forma en su cabeza. Recordó el sistema Stanislavski  que les habían enseñado en la escuela de arte dramático. Consistía en meterse en la piel del personaje incluso fuera del escenario para comprender mejor lo que siente.  En ese instante comprendió todo lo que acababa de ocurrir, su amigo había llegado a un punto en su intento de llegar a la perfección en la caracterización, que le había llevado a confundir realidad y ficción. Ahora le llegaba el turno a él y sentía cómo un sudor frío corría por su espalda. Su propio amigo le estaba amenazando en escena con un arma de mentira, pero no pasaría mucho tiempo antes de que una vez abandonado el escenario, corriera la misma suerte que el resto de sus compañeros. En plena escena del forcejeo, se dio cuenta de que el arma era un afilado cuchillo y al intentar librarse de una estocada,  empujó a Pedro con tan mala suerte que cayó sobre el mismo. La sangre comenzó a brotar y el silencio se apoderó de la sala. Segundos después el público se levanto y empezó a aplaudir, ajeno al auténtico guión de la obra.

Javier Santos
1º Bachillerato

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