martes, 21 de diciembre de 2010

Esperando a Jesús

Era el día de Nochebuena. Un ángel se apareció a una familia normal, una familia como la tuya, o como la mía, o como tantas otras familias que todos conocemos, un padre, una madre y dos hijos. Tan normal que, tú que lees esta historia, vas a pensar que es la tuya propia.

-Os traigo una buena noticia: esta noche Jesús vendrá a visitaros.

Todos quedaron muy contentos. Nunca habían creído posible que en su casa pudiera suceder algo así. Prepararon una cena excelente para recibir a Jesús. También se encargaron de adornar la casa y limpiaron como locos para que no quedara ni una mota de polvo.

De repente sonó el teléfono. Un amigo del mayor de los chicos le pidió que le acompañara, que había quedado con un compañero de clase que llevaba varios días triste. 

-          ¡Qué dices! Hoy estoy muy ocupado y tampoco es tan amigo mío.

Poco después volvió a sonar el teléfono. Esta vez era para Andrea, la hija. Una amiga suya llamaba indignada. Muchas de las chicas de su clase estaban comentando la última broma de mal gusto que habían hecho a una de ellas y le echaban la culpa a Andrea. Colgó enfadadísima y se prometió a sí misma no volver a hablar con esa chica.

-          ¿Qué se habrá creído? No solo no la voy a perdonar sino que en cuanto pueda voy a darle motivos para que hablen mal de mí con razón.

La siguiente llamada fue para la madre. Era otra madre de una de las niñas implicadas en la discusión, estaba enfadadísima con la hija y con la madre.

-          ¿Cómo se atreve tu hija? ¡Y tú tienes parte de la culpa! ¿Cómo le consientes?

No tenía tiempo ni de escuchar, todavía no había terminado la cena.

-          ¿Eres tonta o qué? Ocúpate de tu hija y deja a la mía en paz.

La familia continuó preparando la cena: latas de caviar, champán en la nevera, un mantel de encaje… Mientras ultimaban los detalles alguien llamó a la puerta. ¿Será que ya llega Jesús?, pensaron. Con el corazón acelerado, el padre fue a abrir la puerta. Pero era la abuela que había quedado a cenar con una amiga, y se había puesto enferma. Preguntaba si podía cenar con ellos y el padre se temió que, si se quedaba, no iba a dejar hablar a nadie y Jesús se iba a horrorizar e iba a salir corriendo. Se había vuelto tan pesada con los años…

-          Mamá, mejor vete a cenar con mi hermano, los niños son más pequeños y les hará ilusión verte.

La abuela dio media vuelta y se marchó un poco triste.
Al final, lograron tener a punto la cena. La familia en pleno esperaba emocionada la ilustre visita. Sin embargo, pasaban las horas y Jesús no aparecía. Hasta que todos fueron vencidos por el sueño.

A la mañana siguiente, al despertar, la mujer se encontró frente al ángel.

-          ¿Puede un ángel mentir? – gritó muy enfadada. ¿A qué se debe esta broma pesada?

-          No fui yo el que mintió; tampoco hubo ninguna broma –contestó el ángel sonriendo- ¡Fuisteis vosotros los que no tuvisteis ojos para ver! Y es que Jesús estuvo aquí, en vuestra casa, no una, sino cuatro veces. Pero vosotros, más preocupados por la elegancia de la mesa y por la apariencia de la casa, no fuisteis capaces de reconocerlo ni de acogerlo.

Navidad no es el pasado que hay que recordar, sino el presente que hay que vivir:
Cuando decides amar a los que te rodean, ese día es Navidad.
Cuando decides dar un paso de reconciliación con el que te ha ofendido, ese día es Navidad.
Cuando te encuentras con alguien que te pide ayuda y lo socorres, ese día es Navidad.
Cuando te tomas el tiempo para charlar con los que están solos, ese día es Navidad.
Cuando comprendes que los rencores pueden ser transformados a través del perdón, ese día es Navidad.
Cuando renuncias al materialismo y al consumismo, ese día es Navidad.
Cuando eliges vivir en la vida y en la esperanza, ese día es Navidad.

Eva López  Rodríguez. 1º ESO D.

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