Paula Sánchez-Ferrero. 2º BACH. D
El pasillo semejaba la Castellana en hora punta; todos caminaban de la máquina de cafés a la fotocopiadora y de ésta a la oficina. Ellos con traje y corbata, el pelo engominado y los zapatos bien pulidos; ellas con un elegante traje de chaqueta y zapatos de tacón. A ojos de un desconocido, hubiera resultado imposible apreciar alguna diferencia que no estuviese directamente relacionada con el sexo de los presentes. Sin embargo, entre sí parecían ser capaces de distinguir tanto a los compañeros como a sus superiores, pues nadie dudó en desearle los buenos días al señor Noel cuando atravesó aquella autovía con olor a papel y a zapato nuevo. Sus pasos resonaban por la estancia con tal seguridad y decisión que infundía temor el siquiera pensar en interrumpirlos. Saludando con un leve movimiento de cabeza, logró atravesar el corredor y llegar a su destino. Quienes se encontraban entorno a la mesa se pusieron en pie y le tendieron la mano. En cuanto dieron por finalizados los formalismos, comenzó la reunión.
-Bueno, Jesús –comenzó el recién llegado mientras se arrellanaba en su asiento-, ¿estás seguro de que sabes lo que haces? Llevamos años como socios en este proyecto al que hemos denominado “Navidad”; ¿vas a dejarlo así sin más?
-Cierto que llevamos muchos años trabajando juntos y no me arrepiento en absoluto de lo que hemos conseguido, pero me temo que no puedo apoyarte esta vez en tu nuevo plan –repuso tajante el señor Reyes.
-Mira, no te voy a negar que te necesito, la idea de crear “Navidad” fue de ambos y eres el único que creo que ha captado su sentido al cien por cien. No voy a obligarte, pero deberías saber que es sin duda lo que más te conviene. Desconozco qué es lo que tienes en contra de mi programa, pero has de saber que sólo traerá felicidad y alegría en las fechas que hace ya tiempo planeamos que serían las indicadas.
-¿Alegría? –repitió Jesús extrañado- ¿De veras pretendes hacerme creer que la felicidad basada en fiestas, regalos y, en definitiva, en el consumismo va a aportar el tipo de satisfacción que buscábamos cuando acordamos crear la empresa? No, eso sólo logrará destruir aquello por lo que llevamos años luchando.
-¿Y qué pretendes, mantener la idea de la familia feliz que se reúne sin motivo aparente cada 25 de diciembre para comer? –inquirió con tono sarcástico- En esta nueva campaña le estoy dando a la población un motivo que les lleve a mantener la idea que tanto nos costó asentar en el pasado. Con el tiempo, las familias dejarán de realizar esta celebración si no inventamos algo que les “obligue” a mantenerla. Y, ¿qué mejor que regalos para alcanzar el propósito? He inventado hasta a un personaje fantástico que les entregará los presentes a los niños: Papá Noel. No está bien que yo lo diga –bromeó entre susurros-, pero mi apellido vende.
-El consumismo creará personas egoístas y sin dimensión moral a las que no les importará más que lo material. Cuando fundamos la empresa lo hicimos con el único objetivo de unir a las familias, y tu plan conseguirá disgregarlas.
-Muy bien –desistió el señor Noel-, veo que es imposible hacerte entrar en razón, así es que te agradecería que te marchases. Te daré tu parte ahora mismo, aunque, respecto a los trabajadores, no estoy muy seguro de que haya muchos que te acompañen; hasta ellos son capaces de discernir cuál es la opción más rentable.
-Por eso no te preocupes, ya me encargaré de encontrar a nuevos empleados que accedan a constituir conmigo una sociedad sin ánimo de lucro… como se suponía que era esta.
-¡Deja de ser tan moralista, ¿quieres?! El mundo no es así.
-El mundo será como nosotros nos encarguemos de que sea.
Y, tras esas palabras, recogió sus beneficios y se marchó.
Siglos después, una gigantesca multinacional se alzaba en la ciudad bajo el nombre de “Noel, creador de sueños e ilusiones”. A apenas unos pocos kilómetros de distancia, la competencia, representada por una sociedad no lucrativa y de tamaño mucho menor con el nombre de “El verdadero sentido de la Navidad (Sociedad Cooperativa)”. Los beneficios y retribuciones que había estado obteniendo la empresa del ya difunto Tomás Noel se habían ido multiplicando con el paso de los años y constituyendo organizaciones de mayor influencia mundial. Sin embargo, el actual empresario, Gaspar Noel, que era tanto jefe como dueño del capital, estaba atravesando por una situación de serias penurias debido a que una grave crisis mundial estaba diezmando la economía del país. El proyecto “Navidad”, que tanto éxito y buena acogida había tenido en el pasado, se mostraba ahora como una utopía para los pobres ciudadanos que a duras penas lograban llegar a fin de mes. Los activos de la compañía fueron desapareciendo a una velocidad abrumadora, así como los beneficios se tornaron en números negativos como por arte de magia. En estas circunstancias, Gaspar, con el mayor de los pesares y un imborrable sentimiento de culpa en el pecho, se vio obligado a cerrar la empresa ante la inminente quiebra. De esta forma, en vísperas de la fecha señalada, tanto él como otros cientos de trabajadores estaban en la calle, con lágrimas en los ojos por haberlo perdido todo.
Gaspar, con el remordimiento gritándole en la mente por haber destruido aquello que su familia había mantenido durante siglos, caminó calle abajo con la mirada perdida. De pronto, escuchó cómo alguien echaba la cerradura de una puerta y, como un acto reflejó, miró en su dirección. Había estado paseando con tal distracción que ni siquiera se había percatado de que había ido a parar frente a la empresa de su más peligroso competidor. Melchor Reyes, que conocía a la perfección la historia de sus antepasados y los problemas que había habido entre ellos, reconoció sin problemas a Gaspar Noel, que lo observaba con los ojos cristalizados por su desafortunada situación. De todos era sabido las dificultades económicas por las que estaba atravesando la multinacional y la inminencia de su cierre. Así pues, movido por el gran corazón desinteresado que había caracterizado a todos los Reyes, Melchor acudió a tomar asiento en la acera junto al parado.
-El consumismo, así como la economía, es inestable. Si piensas que tu empresa ha quebrado por una mala dirección, olvídalo de inmediato. No te mortifiques con eso, mi antepasado ya se lo dejó bien claro al tuyo: nada que esté relacionado con lo material reporta la verdadera felicidad.
-Me temo que reconocer eso sería estar yendo contra todo lo que me han enseñado desde pequeño, pero… ¿a quién pretendo engañar? Es innegable que estás en lo cierto. No hay más que ver cómo nos hemos quedado para dar tu razonamiento par válido. El auténtico sentido del proyecto “Navidad” debe estar basado en algo permanente, inmortal.
-En efecto. ¿Y no son acaso el alma humana, la moral y la conciencia los únicos elementos que cumplen tales condiciones? –preguntó Melchor retóricamente- Tienes suerte: gracias a que la gente no se puede permitir comprar en estos momentos tiene más tiempo para dedicarlo a su familia, y eso sólo significa para nosotros más trabajo, más vacantes, y más contratación –comentó tendiéndole la mano-. Podéis incorporaros en cuanto finalicen las fiestas.
-¿Eso… -comenzó con voz quebrada y el gesto iluminado por la satisfacción- significa que somos socios? Porque, si es así, te aseguro que no te arrepentirás. Tengo muchos proyectos en la mente. Somos unos genios por separado, ¡imagínate trabajando juntos! –aseguró Gaspar cada vez más deprisa por la emoción- Y se me acaba de ocurrir una idea fantástica: ¿qué te parece si inventamos un nuevo personaje para estas fiestas?, Papá Noel ya está muy visto. Nosotros somos genios, así es que, ¿por qué no jugar con eso y nuestros nombres? ¿Qué te parece… los Reyes Genios? No, queda un tanto extraño. Pero… ¿y magos? Los Reyes Magos: Melchor y Gaspar –gritó pletórico-. Aunque no me gusta demasiado que sean una pareja, falta un tercero. Sí, deberían ser los tres Reyes Magos: Melchor, Gaspar y… bueno, ya idearemos al último. ¿No es una idea fantástica?
Melchor no pudo por menos que reír y contestar:
-No te sacias, ¿eh? Bueno, no te culpo del todo, supongo que lo llevas en la sangre.
-Es muy buena. Venga, ¿qué dices?
-¿Que qué digo? –rió- Feliz Navidad.